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No recuerdo el año concreto. No recuerdo si iba con cinta en el pelo, con pantalón largo o corto o, incluso, con aquellas zapatillas de velcro que llevábamos todos los niños de los ochenta. Lo que sí que recuerdo es aquella camiseta de algodón que me dieron ese día. El día de mi primera carrera. Entre aquella camiseta y las 20 ó 30 que tengo hoy en el cajón han pasado casi tres décadas, pero han pasado muchas más cosas.

El algodón ha pasado a ser tejido técnico. Las zapatillas ahora son voladoras. Los pantalones, mallas y bebidas para deportistas son inteligentes. Pero lo que no ha cambiado es una cosa: la emoción y los valores.

Aquel día se sembró una semilla. Aquel día corrí la Volta a Peu. Tardé años en volver a correr, pero cuando lo hice sentí una enorme emoción al volver a reencontrarme con esos valores que noté aquel día de hace casi 30 años. Aquel día me esforcé como si fuera a ganar, resoplé porque a los cinco minutos esprintando no podía más, noté algún dolorcillo y aprendí a evitarlo y, sobre todo, me reí. Me reí mucho con mis compañeros. Esa fue la semilla de ese afán de superación que noto hoy, de ese esfuerzo que trae evidentes mejoras cuando entrenas, de ese conocerme a mí misma que me invade cuando corro.

Estoy convencida de que le habrá pasado a muchísimas más personas de mi generación. La primera vez que notamos los nervios y la emoción de una carrera fue en una Volta a Peu, aunque para nosotros pareciera un Campeonato del Mundo. Conseguir juntar a decenas de miles de personas, muchas de las cuales solo corren ese día en el año, tiene mucho mérito. El mérito de Correcaminos, de gente entregada porque sabe que está haciendo algo bueno. Y, encima, te regalan una camiseta de algodón. Me gustó tanto que la convertí en pijama durante un par de años. La camiseta de mi primera carrera.

Por Gloria Luján

Volta a Peu Valencia