No descubro nada si digo que la Volta A Peu supone para muchos la iniciación en esto de correr. También para mí fue una de las primeras carreras y la recuerdo perfectamente, pero no hablaré hoy de esa ocasión. Lo haré sobre otras tres que han sido, sin ninguna duda, de los momentos más emotivos que he vivido corriendo. Me refiero a la primera vez que cada uno de mis hijos ha realizado la prueba.
De principio a fin, esos ocho kilómetros han sido mágicos. Y todavía diría que esa magia empieza antes. Cuando ellos se han sentido preparados para hacerlo y han esperado el día de la carrera con nervios e ilusión. Cuando ha llegado el momento y han sentido esas mariposas en el estómago y, luego, han empezado a trotar, rodeados de gente, de corredores como ellos, en el mejor ambiente posible. Cuando hemos empezado a recorrer Valencia, zancada a zancada, hablando con ellos, sobre este deporte, sobre todo lo que nos da y nos hace crecer. Sobre lo importante que es disfrutarlo, con esfuerzo pero sin presión, ir consiguiendo metas.
Y antes de que nos demos cuenta llega eso: la meta. Y el nudo en el estómago entonces lo tengo yo, porque no puedo evitar emocionarme al verles disfrutar así. Como disfrutamos los que corremos.